—Ya conoces mis sentimientos, por supuesto. Estoy aquí, lo que, burdamente traducido, significa que preferiría morir antes que alejarme de ti —hice una mueca— Soy idiota.
—Eres idiota —aceptó con una risa. Nuestras miradas se encontraron y también me reí. Nos reímos juntos de lo absurdo y estúpido de la situación.
—Y de ese modo el león se enamoró de la oveja... —murmuró. Desvié la vista para ocultar mis ojos mientras me estremecía al oírle pronunciar la palabra.
— ¡Qué oveja tan estúpida! —musité.
— ¡Qué león tan morboso y masoquista!