viernes, 3 de julio de 2009

Cuentan que érase una vez, hace mucho tiempo, existió una isla donde habitaban todos los sentimientos que atañen a las personas.
Un día, se les fue avisando a los moradores de la misma que su isla se iba a hundir. Todos los sentimientos se apresuraron a salir de la isla en sus barcos y se prepararon para partir, pero el amor se quedó, quería quedarse más tiempo, un rato más con su isla que tanto había querido y amado, antes de que se hundiese.
Cuando por fin, estaba ya apunto de ahogarse, el amor comenzó a pedir ayuda. En éso venía la riqueza y el amor le dijo:
- Riqueza, llévame contigo.
- No puedo, hay mucho oro y plata en mi nave y no tengo espacio para ti- espetó la riqueza.
Le pidió ayuda a la vanidad que también venía pasando:
- Vanidad, por favor, ayúdame.
- No te puedo ayudar, estás mojado y vas a arruinar mi perfecto bote- contestó la vanidad.
Entonces, el amor le pidió ayuda a la tristeza:
- ¿Me dejas ir contigo?
- Hay cariño, estoy tan triste por separarme de mi isla que prefiero ir sola- respondió la tristeza.
También pasó la alegría, pero estaba tan contenta y risueña que ni siquiera oyó al amor gritar en su ayuda.
Desesperado, el amor comenzó a llorar cuando una voz la llamó:
- Ven amor, ven, yo te llevo. Ven conmigo.
Era un viejecito, pero el amor estaba tan feliz que se le olvidó preguntar su nombre y al llegar a tierra firme, se encontró ésta con la sabiduría y le preguntó por el nombre de ese viejecito. La sabiduría respondió de manera tranquila:
- Es el tiempo.
- ¿El tiempo? ¿Y por qué sólo el tiempo me ha querido ayudar?- preguntó el amor.
- Porque sólo el tiempo es capaz de ayudar y entender a un gran amor